Mi práctica artística se articula en torno al mosaico contemporáneo como un medio para explorar los vínculos entre el ser humano, la materia y el territorio. Trabajo con fragmentos de cerámica, vidrio, piedras y objetos recuperados, cada uno portador de una historia, una textura, una memoria. Los materiales dialogan con lo natural, recuerdan la humedad, la textura vegetal, la fragilidad de lo vivo. 

Desde hace un tiempo, los humedales comenzaron a hablarme, entendiéndolos no solo como ecosistemas fundamentales para el equilibrio ambiental, sino también como espacios simbólicos, fértiles y vulnerables. Intento traducir la riqueza visual y vital de estos paisajes: su biodiversidad, sus ciclos, sus silencios y sus amenazas. Sus tramas invisibles, sus reflejos cambiantes, su respiración lenta me revelaron una belleza profunda, pero también una herida.

Cada vez que expongo o viajo, elijo mirar el humedal más cercano, ese cuerpo de agua que a veces pasa desapercibido en medio del ritmo urbano. Quiero darle presencia, volverlo visible, invocar su existencia con formas, colores y fragmentos. Mi obra se convierte entonces en homenaje, en señal, en testigo.

No busco solo representarlos, sino resonar con ellos. Que el espectador sienta, en cada fragmento, la urgencia de cuidar, de mirar con otros ojos. Porque allí donde todo parece mínimo, late lo esencial.